La formación como prioridad: no matar al mensajero, sino formarlo
Estamos acostumbrados a ver cómo las empresas invierten gran cantidad de recursos en ofrecer una imagen cuidada ante la sociedad, a promocionarse y crear una cultura de marca lo más favorable posible ante su público objetivo y ante sus clientes.
Pero, ¿nos planteamos si es suficiente? ¿Sería más coherente y sencillo invertir en desarrollar de un equipo sólido y profesional? ¿No son los profesionales que tenemos dentro los que deberían dar una visión competitiva y transparente de las labores que lleva a cabo su empresa? Invertir en los potentes mensajeros que son los empleados, invertir en conservar el talento de los trabajadores debería ser el pilar base en el que se estructura la empresa.
Con un mercado tan amplio como el que hay en la
actualidad, el público ya no se deja impresionar por una gran campaña y va
mucho más allá. Quiere resultados. Hechos
y no palabras. Con el ritmo de vida actual, lo que todos buscamos ante
cualquier complicación en un servicio contratado es una resolución rápida y efectiva,
a lo que hay que sumar un trato personalizado y amable.
Es aquí cuando se llega al momento crucial. La
organización debe poner en una balanza quién o quiénes son su prioridad. Qué es
lo que quiere poner en valor dentro de su equipo de colaboradores. Cuál será su
factor diferenciador. Es entonces cuando se enfrentan a la decisión de
la cual puede depender en gran medida su imagen y credibilidad.
Si como resultado gana la formación y la gestión del
talento, la empresa tendrá que hacer un esfuerzo para demostrar a sus empleados que son importantes, que son su
mejor activo. Porque invertir en ellos, es a corto plazo invertir en la
empresa.
Si invertimos en mejorar su actitud, en ayudarles y
darles pautas para que su trabajo sea más brillante y aligerar las
complicaciones que puedan surgir en su día a día, su esfuerzo y compromiso
crecerá proporcionalmente al que se tiene para con ellos. ¿Qué supone esto? Una
fidelidad máxima que redunda en la visión que tienen de la empresa en la que
trabajan. Y si esto es algo fundamental en cualquier contexto, lo es más en el
actual lleno de incertidumbre en torno al tema laboral.
LA FORMACIÓN
ESPECIALIZADA EN LA ATENCIÓN AL CLIENTE. Es importante que los
trabajadores se reciclen, y esto cobra especial importancia cuando hablamos del
personal que utiliza el teléfono como instrumento de trabajo. No hay que
olvidar que son la primera toma de contacto que el cliente tiene cuando se
dirige a la empresa. Por ello, para bien o para mal, dejando de lado la gran
inversión publicitaria o el marketing, son la voz de la compañía. Eso también
es marketing.
Hay que desmontar uno de los grandes mitos en las
relaciones con los clientes a través del teléfono. No es solo sobre un call center sobre quien
recae la responsabilidad de lo que la compañía hace o vende, no son los únicos
que tienen que recibir formación sobre cómo tratar al cliente, cómo estructurar
la llamada o gestionar y optimizar el tiempo al teléfono. Cualquiera que tenga contacto con los clientes de una
organización a través de este medio debe saber cómo sacarle rendimiento a una
comunicación que puede ser determinante en la imagen que ofrece esa empresa.
Todos deberíamos conocer cuáles son las técnicas a utilizar para saber solventar
un contratiempo, para “saber no saber”, aprender
a “decir no”, negociar con habilidad unas tarifas o “poner deberes” y presión a
un miembro del equipo. Saber cómo transmitir energía, poder, valor,
transparencia o confianza por teléfono es todo un reto.
El aprendizaje es crecimiento. Es necesario que las
empresas asumamos que poner a disposición de los empleados una formación de
calidad en ámbitos concretos, que fortalezca tanto la actitud como la aptitud
en el trabajo como un plus y una diferenciación respecto al resto.
Nos encontramos en un momento en el que se puede producir
de todo, en cualquier lugar y ciñéndose a unos costes muy parecidos, por ello,
la empresa que opte por competir en esas áreas lo tendrá difícil, ya que aunque
consiga tener una ventaja competitiva en esos factores, será tan ligera y poco
estable, que no merecerá la pena apostar por ella porque sus competidores
podrán rebasarla en cualquier momento. Por el contrario, la compañía que
apueste por la diferenciación basándose en el valor añadido que supone tener un
capital humano formado en todas sus parcelas puede lograr una ventaja
competitiva casi inalcanzable.
Queda claro que el beneficio de la formación no es solo
para el profesional que la recibe, pues la empresa hace una inversión para enfrentarse
a sus retos del futuro. Son muchos los puntos positivos, entre ellos, elevar el
nivel de satisfacción en el puesto de trabajo, lograr metas individuales y
conjuntas o alcanzar la excelencia entre otras. Hay que tener claro que la
formación es un proceso, por lo tanto es recomendable desarrollar planes
formativos continuos, reciclar cada cierto tiempo para de este modo refrescar
los conocimientos ya adquiridos y aumentar el abanico de posibilidades que
tiene ante sí el profesional.
Por la experiencia que tiene GAPformación en el sector
formativo, las empresas que inician un
proceso formativo con nosotros que implique mejorar su relación con los
clientes tanto internos como externos, reiteran su confianza en nosotros .
MUNDO 2.0: LA PUERTA AL FUTURO. Hablar de formación
obliga a hablar de redes sociales y todos los nuevos canales de información que
surgen día a día y que se están convirtiendo en un canal accesible y en algunos
casos peligrosos para las empresas. Como en cualquier ámbito, el que se
diferencia y actúa con rapidez es quien logra el éxito. La formación en este
área está aún por explorar para muchos, pero es necesario estar atentos y
posicionarse. Es necesario que tanto las empresas como las personas que
trabajan en ellas sepan cómo utilizarlas, sacar más partido a las
funcionalidades que ofrece y estar presente de manera correcta y efectiva,
creando un perfil atractivo y que resulte resolutivo para los clientes y el
público en general.
Es el momento de que muchos
directivos analicen sus presupuestos y decidan en qué invertir, si en una
imagen segura que influya directamente en el beneficio interno de la empresa o en
una imagen exterior que no garantice el éxito. Es la hora de invertir en ambas
vertientes.
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